Llegamos el Jueves 10 de Diciembre al aeropuerto internacional de Yangón, en Myanmar, con mi hermano Matute y nos tomamos un taxi al «SAT Hostel» que habíamos reservado por Internet. Lo habíamos elegido principalmente porque estaba cerca de los dos lugares que queríamos visitar. Ahí nos estaba esperando la tercera pata de este viaje Esti, amigo y compañero con el que compartí la secundaria y luego nos vimos poco y nada hasta que Nueva Zelanda nos volvió a cruzar. Era ya tarde porque el vuelo aterrizó a las 5 de la tarde y el taxi demoró 2 horas en llegar a la ciudad, así que si alguna vez me vuelvo a quejar del tráfico recuérdenme esto.
Esa noche solo cenamos temprano, probamos la cerveza de Myanmar y nos fuimos a dormir. Al otro día nos levantamos temprano con la buena noticia que la gente del hostel nos había sacado los pasajes para irnos a Bagán en la noche, así que tendríamos todo el día para recorrer. Supongo que por la poca cantidad de turistas en este país aun dejar el equipaje en el hostel no es problema y es gratuito, hasta nos permitieron ducharnos luego de la larga caminata.
Antes de empezar a contar la experiencia quiero aclarar que este no es un post sobre religión, sino que doy mis impresiones acerca de lo que vi y en lo posible acompañado por fotos.
Bien temprano después de desayunar empezamos a caminar, directo a conocer la Shwedagon Pagoda (Por si alguien no puede ver bien las fotos, Shwe significa Dorado). Nos encontramos con el primer templo que nos impresionó, cuya entrada gratuita no supimos atribuirla a que justo no había nadie o realmente es así, y también el teatro nacional donde nos negaron la entrada y distintas facultades que no esperábamos.
Al llegar a la Shwedagon Pagoda todo parece imponente, su cúpula gigante, su dorado por todas partes que encandila en días de pleno Sol no deja de sorprender en el medio de perros desnutridos y personas pidiendo dinero. Por momentos me recuerda a otro lugar, a otra religión y a una frase del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. La entrada para turistas obviamente no es gratuita, sale 8000 kyats (aprox 6 dólares al cambio Dic/2015) , como en todos los templos budistas que visitamos y visitaremos nos descalzamos y como Matu tenía un pantalón corto le obligaron a comprar amablemente una pollera (vestimenta común en los hombres de acá para andar más fresquito) que le salió otros 5000 kyats (3,80 dólares). Después de las fotos de rigor y pedidos de no publicación de las mismas empezamos a recorrer la pagoda que tiene las cuatro imágenes de Buda en los puntos cardinales, rodeadas por luces más dignas de un casino que de un templo, pero acá parece que son sagradas porque están en todos lados. Con Matu ya lo habíamos vivido en Japón, pero no deja de sorprender debajo de las imágenes de Buda las cajas enormes para depositar dinero. Los 3 coincidimos en que hubiera sido bueno contratar un guía que nos explique sobre la pagoda en sí, pero cobraban caro y no tenían buen inglés.
Seguimos caminando rodeando la pagoda y vimos un cartelito especial, había WiFi gratis!!! Motivo de estallos y chistes, sobre todo contra mí que acepto que tengo mis problemitas con estar conectado todo el tiempo. En el mismo momento vemos un monje usando un celular super moderno sacando fotos y que nos pide que nos saquemos una foto con él. Esto se volvería a repetir en otros lugares y no podíamos parar de reirnos de lo gracioso de la situación de que los monjes nos pidan sacarnos fotos cuando nosotros también queríamos sacarnos con ellos y no les pedíamos porque pensábamos que era irrespetuoso o algo por el estilo y -con los que sabían inglés- nos quedábamos hablando un rato.
Salimos ya luego de haber caminado bastante y fuimos al lago Kandawgyi que tenía una muy linda fuente y un puente que parecía perfecto para caminar con unos tintes románticos. Eramos tres, que tema no? El sol pegaba fuerte así que decidimos ir a comer, matu había encontrado un lugar en el mapa en el que hacían pizza y cuando llegamos desistimos porque los precios eran una locura, pero al lado había un lugar «de barrio» en el que comimos unos noodles picantes que la rompieron. Las personas que trabajaban en este lugar no hablaban para nada inglés, pero nos hicimos entender unos y otros, mucha amabilidad y paciencia de parte de ellos, mucha hambre de parte nuestra! El postre fue un heladito de KFC, el único local de comida chatarra imperialista que hay en el país (recuerdo que esto es a Diciembre de 2015, aunque seguramente estén por abrir alguno que otro más) La idea era ir sumergiéndonos de a poco en el ecosistema, unos payasos.
Lo que nos quedaba por visitar en Yangón era la Sule Pagoda, que al haber ido después de la principal nos pareció que no valía la pena. Lo bueno es que nos dieron unas toallitas para limpiarnos los pies después de recorrerla. Cuando estábamos volviendo nos cruzamos con una especie de mercado callejero en el que se venden todo tipo de productos desde celulares Sumsang y Ipon hasta pollos, pescados, y carne. Una vez en el hostel teníamos que hacer tiempo para ir a tomar el colectivo a Bagán, nuestro próximo destino. Acá podría terminar el post ya que por lo general un viaje en taxi no tiene mucho para recordar, pero este en particular nos volvió locos porque tardamos 2 horas para hacer 15 kilómetros. El taxi se metió por callejones donde solo pasaba un auto y cada vez que venía otro de frente había que dar marcha atrás y acomodarse de tal manera para que pase uno y seguir, la zona no era muy linda así que daba un poco de miedo. Llegamos a la terminal de buses de Yangón y era un predio inmenso donde cada empresa tenía su lugar en particular, así que había que preguntar por nuestra empresa, la verdad es que ir por nuestra cuenta hubiera sido imposible.
[…] después al Htilominlo, para terminar en el Shwe zi gone. “Shwe” como expliqué en el post de Yangón significa dorado. Fue uno de los mejores que vimos y queríamos ver el atardecer desde este pero no […]
[…] almorzar y después tirarnos a esperar. Matu se tiró a escuchar música y yo me puse a escribir el primer post de Myanmar para el blog. Con el ritmo que venimos llevando se me complica ponerme a escribir a veces. […]