Mae Salong es un pueblo al norte de Chiang Rai en Tailandia con una historia muy interesante. Comenzó en 1949 con el escape de la 93° División de la Armada Nacionalista China, evitando así rendirse a los comunistas y su nuevo régimen. Al principio mantuvieron al pueblo como una base militar para preparar un eventual contraataque a los comunistas chinos que nunca llegó. Se mantenían en princinpio con la producción de Opio. En los 70′ el gobierno Tailandés les propuso un trato: si peleaban contra los comunistas tailandeses y dejaban de producir opio, se les iba a reconocer y dar la ciudadanía tailandesa. A partir de este momento los soldados empezaron a cultivar hongos y té. Hoy ese té es el más famoso de Tailandia, y aunque tienen muchas variedades el más famoso es el Oolong.
Apenas uno llega al pueblo puede sentirse confundido porque no sabe si está en Tailandia o en China, más específicamente en la región de Yunnan que es de donde vinieron estos soldados. La mayoría de los lugares tiene inscripciones en chino y hasta hay una escuela que enseña únicamente este idioma.
Salimos para Mae Salong en un bus local desde la terminal de Chiang Rai que nos costó solamente 25 bath (menos de 1 dólar). Este bus luego de una hora nos dejó en la parada Penang/Mae Salong, y desde ahí tomamos una especie de taxi que nos iba a llevar supuestamente por 60 bath más. El problema es que al ser el último bus de la tarde el chofer de este taxi sabía que no iba a tener más pasajeros y no nos quedó otra que pagarle el viaje entero entre los 3 porque sino no nos llevaba. Pagamos como 160 bath cada uno, teníamos mucha bronca pero no vimos más opción. Después nos íbamos a enterar por qué razón nadie nos levantaba cuando hacíamos dedo y era porque la seña es distinta: En el Sudeste Asiático la seña para que te levanten en la ruta -o hacer autostop- es moviendo la mano de arriba hacia abajo en vez de apuntar con el dedo gordo. Después de otra hora en camino de montañas y curvas y más curvas llegamos a Mae Salong.
Entre mareados y con ganas de tirarnos un rato empezamos a caminar y buscar guesthouse, hasta que pasamos por un local de comidas y estaban dos chicos que nos parecían conocidos: Sofi y Borja (de buscandoalunicornio.wordpress.com) de España, que habían compartido el bus desde Chiang Mai a Chiang Rai con nosotros y nos recomendaron el mismo lugar en el que estaban ellos: Shinsane, que nos cobró a cada uno 50 bath (1,40 dólares aprox) la noche. Si, leen bien. Tenía agua caliente, wifi, todo igual que en el resto de los hoteles, excepto aire acondicionado que no hacía falta porque hacía un frío terrible.
Nos instalamos en la guesthouse y rápidamente nos fuimos a comer con ellos. Compartiríamos los próximos días hasta cruzar la frontera con Laos y nos los volveríamos a encontrar en Koh Rong. Fue una larga sobremesa donde surgieron algunos de los chistes que se siguen comentando hasta hoy. Nos fuimos a dormir temprano, por todo lo que habíamos hecho en el día y porque la noche anterior no dormimos muy bien. Al otro día nos levantamos como a las 9 de la mañana y los chicos ya estaban comenzando a caminar mientras nosotros estábamos desayunando y, dado que el camino que íbamos a hacer era el mismo no nos veríamos nuevamente hasta la noche.
Cuando terminamos de desayunar nos preparamos y empezamos. La idea del día era dar una vuelta por unos pequeños pueblos aledaños que nada tienen que ver con el turismo, en un camino de poco más de 10km. Como somos nosotros, fácilmente nos desvíamos del camino porque vimos algo que nos interesaba mucho y era el museo-memorial de los mártires chinos. Desgraciadamente, al estar todo en chino se pierde mucha información, que aunque luego leamos todo el texto de corrido no es lo mismo ver los epígrafes que acompañan a las fotos en orden. Está lleno de imágenes sobre las distintas batallas de esta división, desde que salieron de China hasta los birmanos y su destino final aquí. Hay una especie de templo también en memoria de todas las víctimas, y supongo con algunos mensajes o los nombres de ellos. Lo único que vimos en inglés a parte de la historia desfasada, es algo que nos acompañó durante todo el viaje al sudeste asiático y parece que los budistas aprendieron muy bien: «Donation Box», para el que no sabe inglés significa: «Caja de donaciones». Cuánta información que nos brindaron. Y sí, a esta altura ya llevábamos un mes en el sudeste y nos cansamos de ver estas cajitas.
Después de esta mini parada comenzamos el viaje nuevamente hacia el interior de las tribus, la mayoría de ellas son Akha, y se los puede ver con sus tradicionales vestimentas. Tampoco es raro cruzarte cualquier tipo de animal por el camino ni personas sonrientes. Vimos hasta una canchita de fútbol que tenía un paisaje impresionante y nos imaginamos que sería imposible jugar con esas vistas distrayéndote todo el tiempo. Las plantaciones de té cubriendo casi cada punto del paisaje son un espectáculo. Seguimos caminando y vimos café secándose al aire libre, nos dieron de probar y terminamos sentados tomando un café local que nos hicieron ahí mismo, donde también nos mostraron la máquina que utilizan para molerlo.
En contraste con lo que dije sobre la famosa cajita de donaciones, lo que destaca de estas pequeñas villas es que al no ser turísticos, el vínculo que uno genera con las personas deja de ser comercial para ser humano. Así es que nos ofrecieron whisky para tomar (a las 10 de la mañana), nos invitaron a jugar al fútbol, los niños nos saludaban y corrían alrededor como si fuéramos una celebridad, etc.. Imagínense que entrar a uno de estos pueblitos a comprar agua ya fue toda una experiencia.
Al final nos confundimos de camino en algún momento y salimos caminando al mismo lugar por donde vinimos, así que nos regresamos. A la noche nos enteraríamos que Borja y Sofi siguieron un poco más que nosotros y volvieron a dedo porque las subidas eran muy empinadas y ya estaban cansados. Otro argentino que conocimos y estaba filmando un documental, hizo lo mismo.
Antes de volver a la guesthouse estuvimos probando distintas variedades de té y todas estaban espectaculares. Compramos el cantado regalo a mamá (que para cuando esto se publique ya lo tendrá en sus manos) y nos fuimos a bañar/descansar. Por la noche cenamos de nuevo con nuestros amigos españoles y como el plan de todos era ir a Chiang Kong al otro día para llegar a Laos decidimos levantarnos temprano para ir juntos.