Después de un viaje en barco de un par de horas, llegamos a la isla Gili Trawangan. Lo primero que hicimos, como siempre, fue buscar alojamiento. Unos amigos me habían recomendado uno así que fuimos directo, y nos sorprendimos porque apenas le dijimos que éramos argentinos, nos puso la misma cara que todo el mundo para preguntarte algo de fútbol, y lo primero que le nombramos fue Messi y Maradona. Pero el dijo No! como si se hubiera enojado, y nos gritó Batistuta! Como si nos hubiéramos equivocado de ídolo. Después le contamos que necesitábamos WI-FI porque en la madrugada jugaba Lanús, nos dice «Ah! Su clásico es banfield no?». Sabía un montón de fútbol argentino, con Matu y Chivis no podíamos parar de reírnos.
Una vez acomodados nos fuimos a comer y entramos a un restaurant donde comimos unas pizzas. Luego a reconocer la isla y descansar, sin hacer nada más que playa y… nada. La primer noche fuimos a un bar donde estaba tocando una banda de reggae y tomamos unas cervezas. Nos fuimos a acostar temprano y a la madrugada ya estábamos levantados a las 6. Mientras intentábamos enganchar el partido (que ganamos), veíamos un amanecer increíble.
Después del partido desayunamos y nos fuimos a caminar, para ver qué hacíamos cuando nos interceptó un vendedor que nos vendió muy barata la excursión para ir a hacer snorkel, encontrar tortugas marinas y llegar hasta Gili Air para almorzar. Como no teníamos ningún plan, nos embarcamos. Al volver, fuimos a ver el atardecer en la parte de la isla donde se ve el Sol caer y nos quedamos ahí hasta la noche.
Al otro día repetimos el mismo concepto de los días anteriores: No hacer absolutamente nada y descansar en el agua. Pero ya que estábamos decidimos ir a conocer la otra isla, Gili Meno y pasar el día allí. Después de llegar, encontramos un lugar prácticamente vacío en el que solo había una especie de barcito y nada más. Nos quedamos ahí casi todo el día, y cuando quisimos almorzar vimos que el lugar era muy caro y recorrimos la isla para buscar un lugar más copado. Después de comer terminamos de dar la vuelta a la isla, y ya casi era la hora de volver, por lo que descansamos en el puerto. El día terminó con la misma historia de volver a ver el Sol caer y nosotros devorados por el ataque de los mosquitos, puntualísimos, a las 7 de la tarde.
Fueron 4 días en las islas Gili y desde ahí nos volvimos a Bali pero esta vez a Ubud. La chivis quería tener playa pero yo puse como condición subir un volcán, así que este era el objetivo. Después de acomodarnos en nuestro nuevo alojamiento fuimos a conocer el parque de los monos donde están libres. Paseamos un poco, comer y dormir porque nos teníamos que levantar a la 1 y media de la mañana, momento en el que nos pasarían a buscar para subir el Monte Batur.
Monte Batur: Para equilibrar un volcán con las playas de las Gili
El Monte Batur es un volcán activo desde el cual se puede ver uno de los más lindos amaneceres del mundo, según la Lonely Planet. Según nosotros, sí, es uno de los más lindos que vimos, pero nos faltan muchos amaneceres y mucho mundo por recorrer aún. Primero nos llevaron hasta una especie puesto donde desayunamos y luego empezó la subida hasta casi las 6 de la mañana cuando llegamos justo antes del amanecer. La subida no fue fácil, ya que ninguno tenía calzado adecuado, hacía algo de frío y no se veía nada! Ibamos con unas linternitas chiquitas que apenas alumbraban un poco.
Al llegar, agarramos un muy buen lugar para ver perfecto y empezaron a traer el 2do desayuno del día, un sandwich de banana y un huevo duro, cocinado en el mismísimo monte! Obviamente los monos no se iban a esconder y aparecieron junto con el desayuno, robándole el sandwich a los distraídos. Eran bastante divertidos y tiernos, sobre todo los más chiquitos.
Para bajar, había dos formas: Volver por el mismo lugar que habíamos subido, o bajar dando la vuelta al volcán, tardando más pero viendo más lugares y pasando cerca de la lava seca de erupciones anteriores. Qué clase de aventureros seríamos si no hubiéramos elegido la segunda… Claro, esto en contra de la voluntad de la Chivis que nos venía puteando desde que empezamos a caminar, jajajajaja.
La despedida
Ya de vuelta en el hotel, llegamos a nuestro 3er y último desayuno del día, y nos tiramos a dormir. Eran las 10 de la mañana. Nos levantamos a la tarde y paseamos, para comprar los regalos para las familias y amigos, y cosas para nosotros (me compré un ukelele). Después, mientras Matu seguía en el hotel (qué raro que no se fue a hacer otro tatuaje) con la Chivis nos fuimos a hacer masajes. Una manera hermosa de despedirnos de una estancia cortita en Indonesia.
Al otro día nos despedimos en el aeropuerto, sabiendo que nos íbamos a encontrar nuevamente en un mes, en Argentina. Ella volvía para Australia, donde estaba visitando a su hermano Gonza (que ya van a conocer cuando lleguen los relatos de Australia) y nosotros nos íbamos a Singapur .