El miércoles a la mañana salimos del hostel en Paihia con destino principal Cape Reinga aunque sin restricciones a parar cuando había algo que interese a alguno. Maru tenía muchas ganas de ver un Kauri y parecía que estábamos en la zona correcta ya que desde Kerikeri hasta la vuelta a Auckland pasamos por muchos lugares que se adjudicaban la posesión de Kauri más viejo, el más alto, el «más algo» de Nueva Zelanda.
Kerikeri queda a sólo 22km de Paihia y las chicas tenían anotado algo para ver ahí así que entramos y fuimos directo al iSite (centro de información turística). Nos recomendaron algunas cosas pero finalmente decidimos ir a ver las Rainbow Falls que eran lo más cerca y rápido para poder seguir camino y llegar de día a Cape Reinga.
Antes de seguir camino teníamos que almorzar así que compramos unas pizzas y arrancamos el camino ya casi con destino fijo Cape Reinga, lugar al que íbamos a llegar a las 4 de la tarde aproximadamente para poder ver el paisaje con los últimos rayos del Sol.
Este lugar no sólo es una atracción turística por ser considerado el punto más al norte de Nueva Zelanda donde se encuentran el mar de Tasmania con el Océano Pacífico (más allá de que no lo es: Hay unos puntos 30km al este que están más al norte), sino que además es un lugar sagrado para los Maoríes. Sus creencias apuntan a este lugar como el punto de entrada de los espíritus al inframundo. Los espíritus de los muertos viajan hasta este punto y trepan las raíces del árbol Pohutukawa, de 800 años de edad, que se mantiene en su lugar a pesar de inclemencias del tiempo en esta zona.
La luz ya estaba amagando con irse y el viento parecía querer empujarnos a algún lugar por lo que no estuvimos mucho tiempo, más allá de disfrutar un rato el paisaje y sacarnos un millón y medio de fotos en todos los ángulos posibles.
Hecho esto teníamos que buscar un lugar donde dormir y mientras buscábamos un pueblo con algún hostel perdido nos cruzamos con un camping cercano a una playa. Cerraba por todos lados el poder ir a una playa con la última luz del Sol (solo para conocer, con el viento que había y el frío nadie tenía ganas de meterse al agua) y terminar durmiendo en el auto. Nos salía mucho más barato que dormir en un hostel, obviamente.
Esta playa se llamaba Rarawa beach y su arena era totalmente blanca. Una extensión de algunas cuadras que caminamos, tampoco teníamos otra cosa que hacer. Llegando al final se veían destellos de un faro que al principio confundimos con el de Cape Reinga pero sabiendo que era imposible que lo veamos por las formas de las montañas.
Volvimos a nuestro «campamento» y ordenamos el auto para poder dormir cómodamente los 3 (entramos como unos campeones, yo dormí cómodo dentro de todo) y cuando nos dispusimos a hacer las sopas para cenar nos pasó quizás lo más gracioso de toda la semana: Un bello animal (que no vimos así que no sabemos qué fue) se subió a un árbol y se nos tiró encima y nos quiso robar la comida y asesinarnos. Eso sería la versión más coherente, aunque en realidad nos pasó cerca y ni lo vimos pero nos pegamos un lindo susto jajajaja.
Buen día, día y ya es Jueves! A todo esto yo venía medio nervioso porque necesitaba trabajar y no teníamos ni electricidad ni Internet en todos estos días, pero bueno. Nos faltaba recorrer la Ninety Mile Beach (Playa de 90 millas), que en realidad son 55 millas (88km), pero no teníamos casi nafta así que fuimos hasta Kaitaia para desayunar en «La M» y cargamos nafta para ir a esta playa. Cuando se agarra el desvío de la Ruta 1 para ir a esta playa pasando el pueblo Pukenui se ve el primer paisaje tan distinto de lo que te acostumbra Nueva Zelanda. Parece que por esta parte trabaja alguna maderera o algo porque el camino está lleno de camiones transportando madera y no se ven infinitos árboles a los costados, sino las bases de los mismos como si fuera todo el paisaje igual.
Por el clima y el estado del vehículo no nos animamos a meter el auto en la playa así que caminamos nosotros por ahí. Después de estar un rato en la playa arrancamos de nuevo queríamos volver por la Ruta 12 para bajar hasta Dargaville y hacer noche ahí para el Viernes seguir hasta Auckland. Obviamente hacer planes también implica modificarlos y como todavía seguíamos sin ver Kauris, justo en el medio de la ruta vimos que había una reserva de ellos así que decidimos desviarnos y recorriendo camino de ripio el camino empezó a subir y subir, y subir hasta que el auto dijo basta, recalentó y nos dejó tirados en el medio de la nada. A los 16 segundos llega una camioneta con dos cazadores de jabalíes que usaban perros con gps ( ? ) y van a buscar agua por nosotros, «para que no nos perdamos en el camino» 3km adentro. Nos ayudan, el auto vuelve a vivir y desistimos de conocer la reserva para evitar seguir cargando al auto. Ya pensamos que el destino no quería que conozcamos a los Kauris, hasta los tipos nos mostraron la foto de uno en el celular! Para ir a Dargaville teníamos 2 opciones: Seguir por la 12 un largo camino o tomar un ferry. No sabíamos el precio pero acordamos que si estaba dentro de todo barato nos mandábamos. Meter el auto en el ferry fue motivo de festejo y solo nos quedaba esperar que nos dejen del otro lado.
La vejiga de Maru nos obligó a parar en un pueblo desconocido, Opononi y los baños públicos justo estaban de frente a la playa, hermoso. Nos quedamos un rato y empezamos a buscar alojamiento por ahí, así podíamos ver de día el paisaje de enfrente y terminamos en un hostel en Omapere, pueblo limítrofe de Opononi. Este hostel obviamente también estaba adherido al sindicato del hostel de Paihia así que trabajar fue imposible, excepto un rato con el plan de datos del celular. Las chicas se mandaron un guiso impresionante y una tarta de manzana que estaba para chuparse los dedos. Intentamos ver una película pero el sueño ganó así que a dormir temprano.
Ya era Viernes y último día del viaje: El Sábado había que estar si o sí en Auckland para ver los cuartos de final de la Copa América, el partido contra Colombia. Antes de iniciar la vuelta volvimos a Opononi y disfrutamos del paisaje que kilómetros después desaparecería para adentrarnos en el bosque y valles neozelandeses. En el medio del bosque Waipoua, con curvas y contracurvas muy cerradas durante 25km aparece un Kauri apodado «Lord of the forest» (El señor o amo del bosque) cuya edad estimada está entre 1250 y 2500 años así que justo al final del viaje nos pudimos sacar las ganas de ver el Kauri.
La vuelta a Auckland fue tranquila, al final pasamos por Dargaville y no encontramos nada loco, y el resto de la Ruta 1 fuimos rodeados de arcoiris que se veían perfectamente de principio a fin.