Kampot – La mejor pimienta del mundo

Monumento al Durian

Luego de la despedida y la separación de las chicas, nos fuimos a Kampot. Partimos en la mañana y llegamos a la tarde. Fuimos a un hotel que habíamos reservado previamente y creo que fue de los mejores en los que estuvimos. En Marany Guesthouse, por 5 usd cada uno teníamos aire acondicionado y ducha con agua caliente, un bien bastante escaso en nuestro viaje.

Todavía no habíamos almorzado así que salimos del hotel y buscamos un lugar para comer. Como Matu es un ser peligroso si tiene hambre, nos sentamos en el primer puestito que encontramos. El primer plato fue un «Fried Lotcha with Egg vegetables» al que los chicos le agregaron pollo. Arroz con huevos, vegetales y pollo. Estaba casi tan bueno como abrazo de mamá, y por 1 usd (mamá por suerte no cobra).

Fried Lotcha, primer plato de Kampot
Fried Lotcha, primer plato de Kampot

Kampot es una ciudad bastante chica, en el centro está el monumento al Durian (todavía no entendemos cómo «eso» puede tener un monumento), y el clásico mercado central con olor a todo tipo de vegetales y pescados. Caminar por el río de tarde y ya habiendo almorzado es un placer que no dudamos en permitirnos. Nos sentamos a mirar el atardecer y pasamos un largo rato hablando y descansando junto al río. A la noche cenamos un ya clásico kebab (alguien que le avise a mi hermano que existe otro tipo de comida en el mundo) y nos fuimos a un hostel que tenía un barcito en la terraza y música en vivo.

Para recorrer todo, el que no quiere manejar en moto puede contratar los tours que hacen exactamente todo lo que hicimos, un poco más o un poco menos en un día y cobran entre 23 y 25 dólares. Nosotros entre motos y nafta gastamos creo que 15 entre los 3.

El segundo día, como dije alquilamos unas motos y nos fuimos a las cuevas Kampong Trach. El GPS no era del todo preciso y nos pasamos un poco, pero unos niños camboyanos en perfecto inglés nos vinieron a buscar para avisarnos dónde era correctamente. Es muy loco, los mayores a 15 años aproximadamente casi no hablan inglés pero los menores, al estudiar desde pequeños, en la adolescencia ya hablan muy bien.

Afuera de las cuevas
Afuera de las cuevas

Acá nos hicieron la matufia de cobrarnos 1 usd a cada uno la entrada, aunque es gratis. Solo por dejar las motos. Los mismos niños que nos habían acompañado antes, nos hicieron de guías en las cuevas sin esperar nada a cambio, aunque les terminamos regalando las pocas provisiones que teníamos. Lo más interesante de haber recorrido las cuevas con ellos fue poder disfrutar de la imaginación que ellos mismos tienen, encontrando todo tipo de formas en las piedras.

Ya llegando el mediodía finalmente pudimos encontrar el Lago Secreto, que no aparece en ningún lado pero vale la pena ir. Entrando sobre el camino que lleva a los campos de cultivo de pimienta, se puede encontrar el Lago después de unos 10km aprox. Igual cuando estás ahí preguntás por el lago y la mayoría te va a saber indicar. La idea era almorzar, pero el pequeño local de comidas tenía un menú con unos precios bastante exagerados a lo que veníamos acostumbrados, así que decidimos simplemente tirarnos en el lago a relajarnos y cuando no pudiéramos más con el hambre nos íbamos a comer.

El momento llegó y nos fuimos a Kep, que queda a sólo 25 km de Kampot y es famoso más que nada por su mercado de cangrejos. Vos le pedís a los pescadores los cangrejos y ellos los sacan vivos del agua, salía algo así como 1kg por un dólar. Nosotros solo pedimos uno entre los 3 para probar y también comimos raya. Riquísimo! Para chuparse los dedos. La tarde la pasamos en la playa de Kep. Cuando apareció la sed, nos tomamos unos jugos de caña casi gratis. Muy ricos, naturales, refrescantes y baratos.

Matu comiendo cangrejo
Matu comiendo cangrejo

Los chicos parece que no tenían ganas de parar, así que desde Kep, pegamos la vuelta y al llegar a Kampot decidimos ir al parque nacional Bokor, aunque ya estaba oscureciendo para saber el camino e ir de nuevo al otro día. Claro que al llegar ni siquiera amagaron a cobrarnos la entrada, porque total no se veía nada y no íbamos a poder hacer mucho, pero nos dejaron pasar para sacar unas fotos de noche, que por supuesto no salieron nada bien.

Nos quedaban por hacer dos cosas en Kampot: Recorrer las plantaciones de pimienta y el parque nacional. Justamente la razón por la que vinimos a Kampot fue para conocer estas plantaciones. Claro, fue un pedido de Matu (para los que no lo conocen o no han leído en posts anteriores, él es chef). Primero fuimos a «Starling Farm» que es una de las que más publicidad hay. En teoría siempre lo único que te cobran es el transporte, pero como íbamos en moto no hacía falta que caigamos en los tuktuks. Al llegar nos dijeron que no estaban haciendo visitas guiadas ya que estaban ocupados en otros temas, pero que si queríamos podíamos recorrer los campos y agarrar la pimienta que queramos. Para la sorpresa del lector, solo probamos el único tipo de pimienta que estaban cultivando y después de recorrer la plantación nos fuimos. Como teníamos mucho tiempo, fuimos a «La Plantation», otra plantación en la que sí nos explicaron más sobre todos los procesos y gastamos unos mangos comprando pimienta de regalo.

Matu probando la pimienta
Matu probando la pimienta

Por último, fuimos al parque nacional Bokor, que no nos gustó mucho. Tardamos unas dos horas en subir los 40km que separan la base del punto más alto, y el paisaje hacia afuera es alucinante. Sin embargo, en la montaña hay una estatua gigante de un Buda, una iglesia abandonada y el hotel-casino abandonado, que tiene muchísima publicidad y no tiene nada de interesante. Quedaba un lugar que nos podía dar la magia que le faltaba a este parque, y era la cascada Popokvil. Probablemente la magia la hubiéramos encontrado si hubiéramos ido en temporada de lluvia, porque ahora solo había un chorrito más angosto que la peor ducha del sudeste.

Disfrutamos estos días solos, pero sabíamos que íbamos a extrañar a nuestras amigas chilenas, y sabíamos también que las íbamos a encontrar en nuestro próximo destino. También iban a llegar nuestros amigos Sofi y Borja. Había muchas ganas del próximo destino, ya que Diego, uno de los chicos uruguayos con los que pasamos año nuevo, nos había recomendado este lugar e iba a ser punto de encuentro y reencuentro con nuestras nuevas amistades. Koh Rong, gracias a los personajes que participaron de la historia, fue sin dudas para mí, el mejor destino de todo el viaje.

Nos vamos que se hace de noche
Nos vamos que se hace de noche

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